El balance de Los Pumas en el Rugby Championship admite una doble lectura. La primera es positiva: las distancias entre el juego del seleccionado argentino y el de las tres potencias del Hemisferio Sur, otrora ostensibles, se hacen cada vez más sutiles. Dicho de otra manera, a los All Blacks, a los Springboks y a los Wallabies cada vez se les hace más arduo superar a Los Pumas. Y si lo siguen haciendo, no se debe sólo a sus indiscutibles virtudes, sino también gracias a las concesiones que da Argentina en un terreno en el que cada error casi equivale a un try en contra.

Precisamente, esa es la interpretación negativa que todavía les cabe al grupo conducido por Daniel Hourcade: por momentos son capaces de plasmar un rugby capaz de lastimar a cualquiera, pero no siempre llegan a hacerlo por falta de definición. Y al momento de defender, lo hacen con sobrado coraje hasta que alguna desconcentración desteje cualquier esfuerzo. Justamente fue eso lo que volvió a sucederles con Australia, en Twickenham: pecaron de generosos y sufrieron otra derrota (33-21) cuando merecían algo más. Así pasó otro Championship, en el que Los Pumas dieron claras muestras de crecimiento en el juego, aunque también de falta de consistencia. Ahora, a pensar en la dura gira de noviembre.